13.11.01

El cruzado George II, Corazón de León

La Jornada
14 ¤ octubre ¤ 2001
El cruzado George II, Corazón de León
Guillermo Almeyra

Un grupo de fanáticos wahabitas (financiados y armados por años por Estados Unidos y Arabia Saudita) han declarado la guerra contra todo el pueblo estadunidense, al que identifican con Satanás, justificando cualquier atrocidad en nombre de ese delirio. Por su parte, Estados Unidos, que ha promovido el terrorismo y el fundamentalismo en todas partes -en Afganistán, financiando a los talibán y mujaidines seis meses antes de que entrasen en el país los soviéticos, según declaró Zbigniew Brzezinski a Le Nouvel Observateur ya en 1998, en Argelia, junto con los sauditas, o a Hamas, en Palestina, junto con Israel-, responde al terrorismo con el terrorismo de Estado y al fundamentalismo islámico con el fundamentalismo cristiano, porque "esta es la lucha del Bien contra el Mal".
El cruzado George II, Corazón de León, ha declarado que hará una guerra larga, de años, sin fronteras, con todas las armas posibles, contra enemigos que se niega a identificar.

Consiguió, para eso, un cheque en blanco del Congreso, que desempolvó la Declaración del Golfo de Tonkín, que le autoriza a hacer su cruzada sin límite ni control alguno. Al mismo tiempo que restringió brutalmente las libertades civiles en Estados Unidos mismo, dando amplio margen a la acción policial, el hombre que subió al gobierno mediante un virtual golpe de Estado (con sólo la minoría de los votos y un escrutinio escandaloso) acaba de dar un golpe de Estado unilateral contra el equilibrio de los Estados surgido del Pacto de Westfalia, contra el sistema multilateral nacido después de la derrota del nazismo (la ONU y hasta su Consejo de Seguridad, que servía de control oligárquico contra aventuras unilaterales) y contra toda la legalidad internacional.


Estados Unidos, utilizando su poderío militar muy superior, establece así su dominación imperial mundial, declara su guerra anulando las soberanías de los demás Estados, prohíbe la neutralidad al igual que el derecho de asilo, suprime de un solo golpe el diálogo en la ONU y las resoluciones de ésta, somete a todos a su diktat, determina la política de todos al declarar unilateralmente quiénes son sus enemigos y sus blancos, y sobre todo eso vuelca la salsa ideológica racista de Huntington y de su guerra de civilizaciones.


Los vasallos de todos los países se apresuran a rendirle pleitesía sin siquiera realizar un debate en sus parlamentos, que ni controlan ni deciden nada, y los pueblos pierden así, además de su soberanía frente al imperio, su ciudadanía, o sea la posibilidad de incidir en la política nacional, mientras la propia política desaparece porque las decisiones las toma el establishment de petroleros y armamentistas que se sirve de George II, El Ignaro.


Como primeros resultados de esa política bélica antes mismo de que se despliegue por entero, Pakistán está al borde de la guerra civil y se llena, al igual que Irán, de millones de refugiados afganos. Como en la Guerra del Golfo o en Yugoslavia, El Cruzado establece el principio nazi de la responsabilidad colectiva y bombardea naciones enteras para derribar un gobierno o castigar a un grupo de desesperados e inconscientes que recurren al terrorismo por odio ciego, ignorancia e impotencia. Al criminal acto terrorista George II responde con el terrorismo de Estado, con el genocidio y prepara una nueva guerra contra Irak (o contra Libia, Siria, Corea del Norte o quien le venga en gana).


Al igual que los cruzados, que querían robar las riquezas de Bizancio y de Tierra Santa, George Corazón de León tiene en mente apoderarse de las riquezas petroleras de Asia central y controlar el subcontinente indio (India y Pakistán) más el Asia central ex soviética para reducir la capacidad competitiva de una impotente Unión Europea y cercar y someter a China, instalando bases en sus fronteras. Su llamado Bien adopta la forma de los intereses petroleros y de los intereses estratégicos de Estados Unidos en la zona, que retoma por su cuenta los que tenía antaño el león británico, convertido hoy en su perrito faldero.


La guerra de Afganistán (¿contra Irán, Irak?) busca en realidad contener el nacionalismo árabe (incluso el ultrafundamentalista y reaccionario de los wahabitas de la corte real saudita) y preparar un ajuste de cuentas con China, a la que ve como magnífico mercado colonial en potencia pero no como país independiente y fuerza política mundial.


En esta geopolítica del terror, que incluye por supuesto el ALCA y el Plan Colombia, los países latinoamericanos están invitados al banquete triunfal de Georgie II... pero como un entremés. Es hora de darse cuenta y de reclamarles a los obsequiosos meseros nativos.

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