12.11.01

Tlatelolco: ¿de la diplomacia a la anexión?

La Jornada
13 ¤ SEPTIEMBRE ¤ 2001
Tlatelolco: ¿de la diplomacia a la anexión?
Carlos Fazio

Cada vez más, la cancillería mexicana ha venido adoptando los principales rasgos que definen el estilo personal de gobernar del presidente Vicente Fox. Bajo la conducción personalista y el "humor cambiante" de Jorge Castañeda Gutman, la diplomacia de Tlatelolco ya no se basa en los principios que definieron una política de Estado, sino en el marketing y la propaganda especulativa.


Pero además, y lo que es igual de grave, la "nueva diplomacia activa" y "pragmática" del responsable de la política exterior ha renunciado a la independencia de posiciones frente a la potencia continental hegemónica: Estados Unidos (el "socio" favorito de Fox), y se encamina a un total alineamiento subordinado con Washington mediante una "cesión inteligente" de la soberanía nacional. Así, encandilados por los aplausos convenencieros y los reflectores de los círculos de poder en Washington, Wall Street y el Capitolio, y movidos por sus intereses personales, familiares y/o de grupo, el dúo Fox-Castañeda ha venido asumiendo por la vía de los hechos, como propia, la agenda de la administración Bush y las compañías trasnacionales con casa matriz en Estados Unidos.


No obstante, a la luz de los atentados contra el Pentágono y las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York, el nuevo papel de México como Estado cliente de la superpotencia mundial -ahora también en materia política, diplomática y militar-, puede tener grandes costos para el país en términos geopolíticos y geoeconómicos.

México como Estado tapón

Los primeros síntomas de la nueva relación de dependencia se dieron a comienzos de año, en el foro sobre derechos humanos de la ONU, en Ginebra, con Castañeda en el papel de peón en el largo diferendo político-ideológico de Washington con Cuba.

Asimismo, durante sus giras internacionales, el presidente Fox y su canciller han venido promoviendo los proyectos económicofinancieros, militares y geoestratégicos de Estados Unidos y las compañías trasnacionales estadunidenses. Son los casos de la incesante promoción mediática foxista del Area de Libre Comercio de las Américas, el Plan Puebla-Panamá y el acuerdo energético de América del Norte, y la definición -en el contexto del PPP, el ALCA y la lucha de las potencias por los mercados- de la creciente fuerza económica de China como una "amenaza" mundial.


A últimas fechas, los fuegos de artificio sobre los pospuestos "acuerdos migratorios" con la Casa Blanca no lograron ocultar la tácita aceptación gubernamental de convertir a México en un "Estado tapón", destinado a la contención de oleadas de migración ilegal de trabajadores mexicanos y extranjeros hacia Estados Unidos. Irónicamente, desde el fin de la Guerra Fría, lo único que está dando renta estratégica a algunos países es el peligro que representa su inestabilidad para naciones ricas vecinas. Semejantes a las "limes" (zonas tapones) que el imperio romano creó para contener a los bárbaros, algunos países industrializados están intentando contener a los "nuevos bárbaros" indocumentados, con créditos e inversiones a sus vecinos pobres, convirtiéndolos en Estados tapones. Son los casos de Argelia, Marruecos y Túnez, en el Maghreb, como vecinos pobres de Europa mediterránea, y el de México como porosa e inestable frontera sur de Estados Unidos.

Los recaderos de Washington

Un similar propósito propagandístico y encubridor tuvo el recortado discurso del presidente Fox en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington DC, cuando anunció el próximo retiro de México del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), bajo el argumento de que resulta "obsoleto" para la defensa de la seguridad hemisférica.

Un par de días antes, el coordinador de Seguridad Nacional de México, Adolfo Aguilar Zinser, había revelado en Washington que Fox "lanzaría" en la OEA la renovada idea estadunidense de una "alianza militar" hemisférica para combatir el crimen organizado (como sustituto de la antigua amenaza comunista extracontinental). Según Aguilar Zinser, el nuevo esquema de cooperación militar regional incluiría el intercambio de información militar de inteligencia, el uso de radares y satélites de alerta temprana, así como operaciones (conjuntas) de intercepción e inteligencia. Exactamente lo que han venido haciendo de manera unilateral, o avanzando bis a bis los emisarios de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos (FBI, CIA, DEA y las distintas agencias del Pentágono) con sus contrapartes en los países del área, México incluido, y cuyo fin último encubierto es la conformación de una alianza militar supranacional, que sustituya a la "obsoleta" Junta Interamericana de Defensa, y que opere, en un futuro cercano, como brazo armado al servicio de la flamante Carta Democrática de la OEA.

En ese contexto se inscribe, también, la febril y desaseada búsqueda de un lugar para México en el Consejo de Seguridad de la ONU, que ha sido denunciada como irresponsable" y "caprichosa" por algunos ex titulares de Tlatelolco.

El 4 de septiembre, durante una reunión de la dirigencia del PRI, donde se analizó el capítulo de política exterior en el primer Informe de gobierno de Vicente Fox, la "nueva arquitectura internacional" y las "nuevas reglas" del sistema interamericano, incluidas en la "nueva agenda" proactiva del canciller Castañeda, no pasó la prueba del ácido. En el curso de la discusión, el secretario de asuntos internacionales del CEN del PRI, Ildefonso Guajardo, sacó a relucir la "patología" o el "síndrome complejo" de "Germán" Castañeda, quien en Ginebra mostró preocupación por la presunta violación de derechos humanos en Cuba, pero invitó a México al senador republicano Jesse Helms, un ultraconservador responsable indirecto de las políticas migratorias de Estados Unidos que han provocado la muerte de decenas de mexicanos.

El experimentado diplomático Manuel Tello, ex titular del ramo, definió como "decepcionante" la política exterior del foxismo; y Fernando Solana, otro ex canciller, preguntó para qué quiere México un lugar en el Consejo de Seguridad. ¿Vamos a ser un "voto fácil, como "tropa", "atado" a la voluntad y los intereses de Estados Unidos?, cuestionó. A su vez, el embajador emérito Sergio González Gálvez, ex vicecanciller y relator del Comité Jurídico Interamericano de la OEA, señaló en entrevista que México no debe "erosionar" ni "denunciar" la validez del TIAR, hasta ver qué tipo de acuerdo sobre seguridad hemisférica surge de la reunión de la OEA sobre el tema, prevista para 2004.

González Gálvez argumentó que hay países que tienen "miedo" de abrir el TIAR ante el riesgo de la hegemonía (militar) de Estados Unidos. Agregó que bajo la premisa de la "seguridad hemisférica", hay países (Estados Unidos) que sueñan con la idea de crear un "ejército interamericano sin fronteras". En ese sentido, recomendó al inexperto canciller no poner el carruaje delante de los caballos.

La tercera guerra fría

Los ataques terroristas contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono reactivarán la tercera guerra fría iniciada durante la administración Clinton. Con George Bush en la Casa Blanca, es predecible la continuidad de los objetivos estratégicos de Washington, y una exacerbación de la militarización, la confrontación ideológica y el intervencionismo agresivo de Estados Unidos.

Con ese marco belicista, tras el colapso de la llamada "nueva economía" -basada en la propaganda de mercado, pero desconectada de la economía real- y en un clima de recesión en el sector manufacturero estadunidense, la "sociedad" de Fox con su "cuate" Bush acentuará el papel de México como Estado cliente al servicio de los intereses corporativos de las trasnacionales estadunidenses.

Por otra parte, hay que inscribir la nueva alianza subordinada de México con el renovado mercantilismo militar de Bush, en el contexto de una polarización mundial. Sin descartar todavía una acción de grupos supremacistas anglosajones locales, los atentados en serie contra los símbolos del poder económicofinanciero y militar de Estados Unidos parecen ser una reacción extrema contra el "imperialismo populista" de la era Clinton. Durante sus dos periodos de gobierno, William Clinton logró consolidar la expansión del imperio estadunidense mediante la doctrina ideológica de la tercera vía; el "intervencionismo humanitario" y la acción militar unilateral o multilateral; los subsidios a sectores clave de la economía estadunidense, el saqueo de los recursos del Tercer Mundo y la repatriación de remesas en gran escala de las corporaciones hacia sus casas matrices, desde sus Estados clientes subordinados.

Tales rasgos se acentuarán bajo el régimen de Bush. Rodeado de ideólogos derechistas y anticomunistas; en un entorno dominado por fundamentalistas religiosos de clase media baja, y con un equipo de colaboradores acostumbrados a dominar mercados e imponer políticas y jerarquías militares en sus corporaciones, es predecible una política exterior imperial y una política interior reaccionaria.

El corto periodo de la administración Bush ha estado marcado por el unilateralismo: rechazo del Acuerdo de Kyoto sobre el control de los gases invernadero que contaminan la atmósfera; revocación del acuerdo sobre misiles antibalísticos (ABM) con Rusia; oposición a terminar con el subsidio a las exportaciones (solicitado por la Unión Europea); rompimiento de las negociaciones con Corea del Norte, catalogado como "Estado terrorista"; violación provocadora del espacio aéreo chino. Varias de esas acciones estuvieron dirigidas a justificar mayores gastos de Defensa, para beneficiar con jugosos contratos del gobierno a sus patrocinadores del complejo militar industrial, principal ganador tras los atentados del 11 de septiembre.

La política neomercantilista de las trasnacionales vía el ALCA -con su caballo de Troya: el Plan Puebla-Panamá, que llevará a la "maquilización" de todo México y Centroamérica-, sumada a la política guerrerista de Bush que permea el Plan Colombia, la Iniciativa Andina y los nuevos programas militares de Washington en el subcontinente, terminarán arrastrando a México, que a la larga se convertirá en un objetivo militar en una eventual futura guerra interimperialista con Europa y Asia (Japón, China) por los mercados. Sin descontar que los gestos lacayunos del canciller Castañeda en Lima, ante el "abatido" Collin Powell (héroe de la guerra del Golfo) y la atracción fatal que despierta en Fox la capacidad de "irradiación" de la economía estadunidense, tanto en principios y valores democráticos como en desarrollo humano y tecnológico (discurso ante 700 académicos del Instituto Internacional de Economía en Washington), terminen por convertir a México en el estado 51 de EU. Como dice James Petras, una anexión de facto por invitación.

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